18 de mayo de 2012

La señal - nuevo capítulo

Y por fin os traigo el nuevo capítulo de "Bajo la piel". Espero que os guste!!

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La señal


Los primeros rayos de la mañana iluminaban su larga melena. Emily dormía plácidamente mientras yo acariciaba con delicadeza su piel sedosa, temeroso de despertarla. Disfrutaba de ese instante a solas, tenerla sólo para mí era una delicia. Lástima que tuviera que despertarla para ir a trabajar. Con mucho sigilo, me separé de ella y fui hacia la cocina para prepararle un delicioso desayuno. Preparaba unas tortitas mientras sonaba a mis espaldas una voz femenina procedente de la televisión. Sin saber por qué, me giré y presté atención a sus palabras. Mia Johnson, presentadora de las noticias matinales, narraba la escalofriante mutilación de un cadáver encontrado a orillas del río Hudson, cerca de Manhattan. 
Estás pálido, John. ¿Te encuentras bien? Emily me observaba asustada. 
Sí, cariño. Sólo estaba viendo las noticias
¿Seguro? - mi respuesta no lograba convencerla. Yo tampoco estaba muy seguro de mi respuesta. No podía dejar de pensar en la señal que habían encontrado grabada en uno de los restos. Hannah estaba cerca. 
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El teniente Callahan estudiaba unos informes mientras me daba paso a su despacho. No levantó la cabeza hasta que me tuvo frente a él.
¿Cómo va la investigación? 
Estamos a la espera del informe forense. 
¿No hay ninguna pista? 
-  No, de momento – negué con la cabeza.- Estamos consultando las bases de datos para verificar su identidad. 
-  ¿Y esa marca en el suelo que encontraron al lado del cuerpo? -  Tengo a varios hombres investigando su procedencia. 
Bien, manténgame informado. 
Sí, señor. Salí de allí repasando mentalmente el expediente del caso. Todos los días se hallaban cadáveres en la ciudad y normalmente se encargaba la policía local de las investigaciones, pero este caso requería la intervención de la agencia federal. Expresamente, el alcalde de Nueva York había llamado al director de la agencia en la ciudad para que se hiciera cargo del asunto. Las noticias mostraban el macabro escenario del crimen, ávidos de imágenes sangrientas que mostrar a su público más morboso. Si bien era un tema escabroso, la consternación del alcalde no era debida únicamente al lugar donde se había cometido el brutal asesinato, sino más bien de la posible identidad del cadáver. El juicio contra el ayudante del congresista Miller estaba a la espera del veredicto del jurado, pero todo hacía pensar que saldría declarado inocente. Miller llevaba varios días tratando de contactar con él pero no lograba dar con su paradero. El alcalde confiaba en que no se hubieran tomado la justicia por su mano y le afectara a su carrera política. Pero para ello debíamos avanzar  y teníamos apenas un par de pistas. El forense aún no había remitido el informe y eso sólo significaba una cosa: seguíamos a la espera. “¡Maldita sea!”, grité en mi despacho, con la nada como única audiencia y lanzando informes al aire. Las pruebas habían sido enviadas al laboratorio de Quantico siguiendo el protocolo y debíamos esperar su resultado. Sacudido por la impotencia, tomé mi chaqueta y me dirigí al ascensor para volver a la escena del crimen. La espera mientras  llegaba a mi planta se me antojó interminable. Entre precipitadamente en él, atropellando a los que tenía delante y con una imperceptible excusa me disponía a entrar cuando una mano detuvo con firmeza mi carrera. 
-  ¿El agente especial O’Connor? 
-  Sí…soy yo – titubeé, bastante sorprendido. La muchacha me miraba fijamente, esperando mi reacción. Al ver mi impasibilidad, prosiguió. 
- Aquí tiene el resultado del análisis forense – dijo, mientras me tendía un sobre marrón. Yo me quedé observándola, cautivado por su presencia.  Su aspecto sobrio y elegante distaba mucho de la imagen típica de un mensajero. Habitualmente eran entusiastas  jóvenes cubiertos de acné los que subían el correo, emocionados por poder trabajar en el FBI y con la esperanza de ser agentes federales algún día. Ella, sin embargo, tenía la seguridad y aplomo de un agente, combinada con una belleza fría pero seductora a la vez. Logré sobreponerme al ver el desdén en sus ojos. 
- Gracias. 
Una ruda palabra salió de mi garganta, denotando mi enfado, mientras me disponía a volver a mi despacho. Al ver que me seguía, mi pulso se aceleró y me enfrenté a ella. 
-  ¿Algo más? 
- Supuse que querría que le detallara algunos puntos del informe.
 -  ¿Lo has leído? ¿Pero quién te has creído que eres? – estallé. 
-  Siempre leo los informes después de redactarlos. Soy la Dra. Brown. 
Aquella frase me desconcertó por completo. Abrí el sobre y busqué a su autor. La doctora Hannah Brown.  

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